¿Por qué añadimos leche al té?

No sabemos ni cuándo ni por qué, pero llegó un momento en el que los británicos comenzaron a añadir leche al té. Se piensa, en todo caso, que se empezó a usar en una época en la que se consumía más té verde que negro y tal vez se agregaba para suavizar el amargo sabor astringente de la infusión.

Otras teorías achacan esto al contacto con los mongoles o los primeros manchúes, quienes también la añadían. Otra dice que en los siglos XVII y XVIII se vertía un poco de leche en los cuencos chinos antes del té caliente para reducir el riesgo de que se quebrase la porcelana. Desde la introducción del té en Gran Bretaña se contempló la opción de tomarlo con leche, y a mediados del siglo XVIII se puso de moda. Por otro lado los holandeses tuvieron exactamente los mismos contactos comerciales y, sin embargo, no la tomaban. Los franceses tampoco mostraron ninguna inclinación por el té con leche, y parece ser que la Marquesa de la Sablière era la única que lo tomaba en 1680.

La costumbre de añadir leche al se extendió por toda Gran Bretaña a finales del siglo XVII, desde donde viajó a las colonias inglesas. En la actualidad, casi todas las mezclas destinadas al mercado británico están concebidas para tomarse con leche y los países productores tienen este factor en cuenta al fabricar tés para la exportación. A pesar de que la adición de leche a una taza de té es una simple cuestión de gusto personal, cabe tener presente que la leche estropea el sabor de algunos tés, especialmente los blancos, los verdes, los Pouchongs, los Oolongs, la mayoría de tés negros de China (con la excepción de Yunnan), los Darjeelings de primera cosecha, los tés aromatizados y algunos tés negros ligeros.

¿Qué debe servirse primero? Según la tradición, siempre debe ser la leche, ya que al verter el té sobre la leche, se mezclan mejor. Según el criterio científico oficial, es preferible poner antes la leche en la taza, porque así se enfría el primer té que se incorpora y se reduce el riesgo de escaldar la leche, lo que podría producir un sabor desagradable. En cambio, otras personas prefieren añadir la leche después, pues así resulta más fácil conseguir las proporciones deseadas. En cualquier caso, no existen normas estrictas, sino que es una cuestión de gusto personal.

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